En un barrio como el nuestro, donde el agua depende de una infraestructura administrada por la comunidad, cada socio cumple un papel clave. No es un detalle menor ni algo abstracto: el sistema funciona —o se complica— según el compromiso colectivo. Acá no existe “que lo resuelva la empresa”, porque no hay empresa. Estamos nosotros.
Y para que el barrio tenga agua todos los días, hay tres pilares que dependen directamente de cada socio:
1. Aportar al sostenimiento económico del sistema
La red de agua no se mantiene sola.
Depende de gastos constantes: energía para la bomba, mantenimiento, insumos, reparaciones, mano de obra y mejoras necesarias para evitar fallas.
La cuota social no es un “pago por servicio”:
es la contribución solidaria que permite que todos tengamos agua.
Quien está al día está sosteniendo al barrio.
Quien no aporta, compromete el sistema que usamos todos.
2. Usar el agua con responsabilidad
El recurso es limitado y la red también.
Un uso excesivo o descuidado afecta la presión, reduce la disponibilidad y genera problemas que después caen sobre todos los vecinos.
Responsabilidad significa:
- evitar consumos innecesarios,
- reparar pérdidas internas,
- ser consciente de los picos de demanda,
- entender que cada litro cuenta.
No es un discurso moralista: es física básica aplicada nuestro sistema de distribución de agua.
3. Respetar las normas que protegen el sistema
El estatuto es muy claro:
no se puede ceder agua a terceros, hacer derivaciones no autorizadas ni manipular la red.
Estas prácticas, aunque parezcan “una mano” entre vecinos, ponen en riesgo la infraestructura, rompen el equilibrio del consumo y generan inequidades.
Respetar las reglas no es burocracia:
es cuidar lo que es de todos.
En resumen
El rol del socio es simple pero fundamental:
- Aporta.
- Cuida.
- Respeta.
Cuando cada vecino hace su parte, el sistema funciona.
Cuando dejamos todo en manos de “otros”, se debilita.
El agua del barrio la sostenemos entre todos.
No desde el reclamo, sino desde la responsabilidad compartida.

